Este sábado 23 de agosto, Culiacán vuelve a ser noticia no por sus avances sociales o económicos, sino por la violencia que marca su cotidianidad. La ciudad amaneció con el hallazgo del cuerpo de un hombre asesinado a balazos junto al canal Cañedo, en la colonia Bachigualato, mientras que las fuerzas de seguridad reportaron la detención de cinco hombres fuertemente armados con 869 cartuchos y 26 cargadores en la colonia Ampliación El Barrio.
En paralelo, un operativo en la sindicatura de Quilá derivó en el aseguramiento de más de cinco kilos de metanfetamina y 80 gramos de cocaína en los alrededores de una vivienda que permanece bajo custodia, en espera de orden de cateo. A estos hechos se suman las investigaciones de la Fiscalía estatal sobre un homicidio doloso y cuatro casos de privación de libertad ocurridos apenas un día antes.
Seguridad: una estrategia en entredicho
Los golpes a grupos armados y al narcomenudeo muestran coordinación entre Ejército, Guardia Nacional y autoridades locales. Sin embargo, la violencia no cede. Los decomisos y arrestos se presentan como logros oficiales, pero en las calles el mensaje es otro: Culiacán sigue siendo un territorio donde la inseguridad se normaliza y los ciudadanos conviven con ella como parte de su día a día.
Cada operativo exitoso parece contrastar con la incapacidad de garantizar un entorno seguro a largo plazo. El hallazgo de un cuerpo abandonado en plena zona urbana y las constantes privaciones de la libertad evidencian que, mientras las instituciones “administran” la violencia, la población sigue siendo la principal víctima.
Entre lluvias y presas vacías
El contexto climático tampoco ayuda: se pronostican temperaturas cercanas a los 33 °C con lluvias dispersas, mientras las principales presas de Sinaloa apenas alcanzan el 24 % de su capacidad. El dato, que podría parecer técnico, revela otra vulnerabilidad: una región golpeada por la inseguridad también depende de lluvias inciertas para garantizar agua y alimentos.
Y así que la jornada de hoy en Culiacán deja una radiografía preocupante: un cuerpo asesinado, drogas aseguradas, un grupo armado capturado y una Fiscalía que apenas alcanza a contabilizar privaciones de libertad. Entre estadísticas y boletines, lo que no se mide es el miedo cotidiano de la ciudadanía, que transita entre balaceras, levantones y noticias de cuerpos abandonados.
Mientras las autoridades celebran decomisos y detenciones, la pregunta persiste: ¿cuándo se traducirá la fuerza de los operativos en la construcción de una paz verdadera para Culiacán?