En medio de los resultados preliminares de las elecciones locales en Durango y Veracruz, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó cifras que, según su versión, confirman la solidez de la Cuarta Transformación. Sin embargo, los datos muestran una historia más matizada de lo que su optimismo intenta proyectar.
Durante su conferencia “La Mañanera del Pueblo”, la mandataria comparó porcentajes de población gobernada por partidos en 2022 y 2025, destacando avances de Morena, PT y PVEM. “Así que digan, qué mal le fue a la coalición... pues no tanto”, declaró al mostrar gráficas que omiten varios matices clave.
¿Más municipios… o menos territorio?
En Durango, Morena pasó de gobernar el 15.14% de la población en 2022 al 33.05% en 2025, un crecimiento notable en proporción, pero con menos municipios (de 18 a 16). En contraste, el bloque PAN-PRI-PRD, pese a perder porcentaje poblacional (de 84.76% a 64.98%), ganó un municipio más que en la elección anterior.
En Veracruz, el caso es similar: Morena y aliados crecieron del 60.03% al 65.01% de la población gobernada, ganando solo nueve municipios más (de 103 a 112). Mientras tanto, Movimiento Ciudadano dio un salto importante, de 4.05% a 17.03%, cuadruplicando su presencia territorial (de 18 a 41 municipios).
Pero esos datos no fueron enfatizados. Lo que la presidenta eligió destacar fue el volumen poblacional y no la caída del bloque oficialista frente al crecimiento de una tercera fuerza emergente ni la pérdida de municipios clave. Tampoco mencionó la disminución de apoyo en zonas rurales ni los factores detrás del desencanto social creciente.
Matemáticas con guinda
Al poner el foco únicamente en la cantidad de población gobernada, el discurso presidencial deja fuera la pluralidad de votos, el avance de la oposición en zonas estratégicas, y sobre todo, el hecho de que el crecimiento de Morena en población gobernada no es proporcional a su presencia territorial ni al entusiasmo electoral.
Celebrar que “no fue tan mal” como consuelo, mientras el terreno político se fragmenta, puede ser válido como discurso interno. Pero para la ciudadanía crítica, ese tipo de defensa numérica es solo eso: una narrativa inflada, no un verdadero análisis de resultados.
Las elecciones no se ganan solo con láminas y porcentajes: deben ser ganadas con legitimidad, confianza y representación real.