EDITORIAL
Este 1 de junio, México se enfrenta a una de las decisiones más absurdas e irresponsables en su historia democrática reciente: elegir por voto popular a magistrados y jueces. Lo que debería ser un proceso técnico, basado en méritos, experiencia y rigor jurídico, se ha transformado en un circo electoral bajo la etiqueta de “democratización del Poder Judicial”.
Con boletas extensas, sin perfiles públicos claros y en muchos casos sin información básica de los aspirantes, los ciudadanos irán a las urnas con acordeones en mano, como si estuvieran presentando un examen para el que nadie los preparó. Esto no es participación ciudadana. Es una simulación.
¿Quiénes son estos candidatos? ¿Qué criterios se usaron para seleccionarlos? ¿Qué garantías tenemos de que no obedecen intereses políticos o de grupos de poder? Las autoridades han sido incapaces de dar respuestas claras, y en su lugar, promueven la narrativa de que este ejercicio es un “avance democrático”. Pero la democracia sin información no es democracia. Es manipulación.
La justicia no puede depender de la popularidad, de campañas disfrazadas o del poder de influencia de partidos y actores políticos. Elegir jueces a través del voto es poner en juego la imparcialidad del sistema judicial. Significa que, en lugar de rendir cuentas a la Constitución y a la ley, los jueces podrían empezar a rendirle cuentas a sus electores o, peor aún, a quienes financiaron su “campaña silenciosa”.
Esta reforma judicial no solo debilita la división de poderes; la dinamita. Y en estados como Sinaloa, donde la violencia y la corrupción siguen marcando el rumbo, judicializar la política es la última estocada a la esperanza de justicia real.
Mañana, millones votarán sin entender del todo lo que eligen. Y eso no es culpa del pueblo, sino del gobierno que le falló al explicar, al informar y, sobre todo, al proteger la independencia de los jueces.
En lugar de una justicia más cercana al pueblo, tendremos un Poder Judicial más vulnerable al poder.
Y eso, lejos de ser histórico, es profundamente peligroso.